La seccional de Florencio Varela del
SUTEBA, Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de la Provincia de
Buenos Aires, en el marco de un seminario de Derechos Humanos, convocó a un centenar de docentes de distintos
niveles educativos del distrito a participar de una visita guiada a la antigua
ESMA, Escuela Superior de Mecánica de la Armada, el mayor centro clandestino de
detención, tortura y desaparición creado por la dictadura cívico militar. Por
el cual pasaron más de 5000 personas, la mayoría desaparecidas. Nos reunimos
ese 8 de Julio en la entrada esperando al joven que nos guiaría por este gran
predio de 17 hectáreas y 35 edificios, creado en 1924 y cedido por la ciudad a
la Armada con el propósito de utilizarlo para fines educativos. Una pequeña
ciudad. En esa mini ciudad, a partir de 1976 los dueños de la vida y de la
muerte trataron de borrar el espacio, el tiempo, la historia personal, la vida
de los detenidos desaparecidos. El guía se presenta, plantea la conveniencia de
hacer del recorrido un diálogo, de vincular los saberes, las historias
individuales y enmarañarlas con la historia del país y de la dictadura
genocida.
Iniciamos
el recorrido por la calle interna, llamada San Martin, paralela a la lujosa avenida
del Libertador que muestra en sus aceras enormes y altos edificios. En los
setenta no había edificios altos, si muchos bares vinculados a la escuela y a
los cadetes que dejaban allí sus pertenencias en taquillas. . “Antes
de la creación del Espacio para la memoria hubo un proyecto del gobierno de
Menem para que el predio se convirtiera en un parque de la reconciliación. Un
edificio en construcción proyectaba en una publicidad el lugar como un amplio espacio verde con
juegos para chicos, parte del paisaje que se vería desde los balcones, que
concluiría en el río”, cuenta el guía Roberto. El proyecto de reconciliación e
impunidad planeaba destruir todo el predio y transformarlo en un parque donde
no quedara ni un rastro de la represión ni de las atrocidades y escarnios allí
cometidos. En el año 2000 la legislatura de la ciudad revocó la cesión hecha a
favor de la Armada y por ley 392 se decidió
destinar el predio y los edificios a la instalación del llamado Museo de
la Memoria. Alguno de los visitantes recordamos claramente el 24 de Marzo de
2004 cuando el presidente Néstor Kirchner expresó: “como Presidente de la Nación Argentina vengo a pedir perdón de parte del
Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia
por tantas atrocidades” ante una multitud que minutos después ingresó por
primera vez al centro clandestino y a su patio de armas cantando la marcha partidaria y el himno nacional en un
marco de emoción, alegría, tristeza, asombro y miedo. A partir de ese día dejó
de ser la ESMA, comenzó a ser el espacio de la memoria de los detenidos
desaparecidos, de los muertos, de los sobrevivientes.
Nos detenemos frente a una
casamata de vigilancia: “acá había una gran cadena que debían sortear los
automóviles de los grupos de tareas, el guardia recibía instrucciones por medio
de un Handy y una contraseña que era una jugada de ajedrez” comenta el guía. La
mayoría de los sobrevivientes recuerda este dato. Alguien comenta que sobre
Libertador había carteles que decían: “No se detenga, el centinela abrirá
fuego.” En el
seno de la ESMA funcionó el Grupo de Tareas (GT) 3.3.2. Éste se funda en mayo
de 1976 y está integrado por unas cincuenta personas que van cambiando y
funcionan clandestinamente, con armamento y medios facilitados por la Armada y
en coordinación con el Comando de Zona. Este GT se crea por orden directa del
Almirante Emilio Eduardo Massera y funciona con el consentimiento de toda la
Junta Militar de Gobierno.
Seguimos caminando, nos dirigimos al Casino
de Oficiales. Todo el predio estuvo involucrado en la acción represiva ilegal y
clandestina realizada por la armada como parte del engranaje del terrorismo de
estado, pero las principales atrocidades y funciones de los grupos de tareas de
la ESMA se concentraron en el casino de oficiales. Desde el año 1978 se conocen
detalles importantes de este lugar, por la denuncia de los liberados por los
represores pero principalmente por la denuncia efectuada por Horacio Domingo
Maggio, “el Nariz”. El Nariz Maggio,
había sido delegado bancario en Santa Fe, parte de la JP e integrante de la
organización político militar Montoneros, cayó en la ESMA secuestrado por un
grupo de tareas y estuvo detenido-desaparecido en las mazmorras del casino de
oficiales por más de un año. El 17 de Marzo de 1978 logró fugarse y burlar la
maquinaria compleja de la marina y
comenzó una desesperada y alocada carrera de denuncias en el país y el
exterior. Envió cartas a muchísimas
personas “importantes” y a todo el periodismo donde relata su propio secuestro
y lo que sucedía en la ESMA, acompañando los planos detallados del casino de
oficiales, del sótano (salas de tortura) y del tercer piso (capucha), listas de
detenidos y represores con sus apodos, mostrando lo real de la represión
ilegal. Acribillado a balazos fue exhibido en el playón de estacionamiento a
los prisioneros reducidos a servidumbre con el propósito de que vieran con sus
propios ojos el fin que tendrían si pensaban en escapar.
Continuamos
por el camino que hacían todos los secuestrados hacia la playa de estacionamiento
ubicada mirando hacia el Río de la Plata. Por allí ingresaban todos al mundo
del no ser, no estar, no existir.
El casino de
oficiales visto desde el aire o en los planos parece una “E” acostada. El
edificio tiene tres plantas y un sótano. A la derecha se ubica lo que llamaban
el pasillo de “los jorges” sector de habitaciones de los jefes de los grupos de
tareas que se llamaban todos Jorge: Acosta, Radice, Perren, “pocas veces
entraron allí los secuestrados” dice el guía. A la izquierda “el dorado” donde se
planificaban los secuestros y operaciones de las patotas marineras, por parte
del sector inteligencia. Había oficinas de mandos medios, la cocina, el comedor y distintas dependencias de los
grupos de tareas. El primero y segundo piso corresponde a dormitorios y
habitaciones de los cadetes y oficiales
que estudiaban y se adiestraban en el predio. En tercer piso con techo a dos aguas se encuentran
“capucha”, dos cuartos que funcionaron
como maternidad, el “pañol” y la “pecera”, a través de una escalera se llega a
“capuchita”.
“Los
testimonios de los sobrevivientes dan cuenta del ingreso desde la playa de
estacionamiento por una galería hacia el
sótano por una escalera ubicada en un ambiente amplio, donde había un ascensor”
cuenta el guía. Con motivo de la visita de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos de la OEA en 1979 los
marinos realizaron un conjunto de
reformas, cerraron la galería, la escalera fue tapiada, el ascensor se esfumó. Los prisioneros fueron enviados a distintos
lugares, algunos a la isla “El silencio” en el Tigre, propiedad de la iglesia
católica y otros a una quinta en el
conurbano. Un joven visitante comenta que los funcionarios de la CIDH no
tenían muchas ganas de encontrar pruebas ó tenían problemas de vista. En el
sótano comenzaba y terminaba el
calvario, primero con la tortura y finalmente con el traslado previa inyección
de pentonaval como llamaban los asesinos al pentotal en su manía de
vincular casi todo a su mundo de barcos,
buques y veleros. Allí en el fondo eran torturados todos los que ingresaban
al centro clandestino y se les asignaba un número, 032, 548, así los nombrarían
desde ese momento. Había una enfermería, un lugar llamado huevera (cubierto con
cajas porta huevos) unos baños, un
laboratorio de fotografía para
falsificación de documentos, otros compartimientos que armaban los prisioneros
según la ocasión y variaban según la época, también hubo sitios de trabajo esclavo y reclusión de
detenidos.
“Acá nos mojamos todos”, contaba el tigre Acosta para
graficar la rotación de oficiales y suboficiales de la armada por los grupos de
tareas. Para dimensionar la impunidad de la que gozaban los marinos, en el
juicio que se realiza actualmente en la megacausa ESMA uno de ellos recordó y
calculó : hubo seis u ocho cursos por año, con ciento cincuenta hombres por
curso, entre 1976 y 1983 pasaron por el centro de instrucción y adiestramiento
de la infantería de marina más de 8000 hombres que dormían entre el sótano y
capucha donde estaban retenidos, engrillados, “esposados y encapuchados los
detenidos desaparecidos, compartiendo la escalera de acceso, tocándose algún
brazo, pisando los mismos escalones, unos libres, otros con cadenas y
encapuchados. Vemos las marcas, las roturas de los golpes de las cadenas en los escalones
de las escaleras, marcas indelebles del paso de muchos por allí.
Realmente es una triste paradoja, la escuela que enseñaba a torturar, vejar, humillar a otros seres humanos. Existe un pacto de silencio de todos los marinos y de integrantes otras fuerzas represivas que por aquí pasaron. Muchos torturadores y asesinos siguen prófugos, todavía no identificados como los que atendían los partos en la maternidad clandestina, o los médicos que controlaban que los chupados no se murieran en la tortura.
Realmente es una triste paradoja, la escuela que enseñaba a torturar, vejar, humillar a otros seres humanos. Existe un pacto de silencio de todos los marinos y de integrantes otras fuerzas represivas que por aquí pasaron. Muchos torturadores y asesinos siguen prófugos, todavía no identificados como los que atendían los partos en la maternidad clandestina, o los médicos que controlaban que los chupados no se murieran en la tortura.
Cuando entramos en “capucha” un profundo silencio nos
embargó, aparecieron las lágrimas y los sollozos.
Y los recuerdos de los que por allí pasaron, y la sensación de que estaban allí viéndonos con orgullo, altivos, enteros, solidarios, cariñosos, militantes, triunfadores, la Gaby Arrostito , el nariz Maggio puteándolos alegremente por teléfono, Azucena Villaflor y muchos miles sonriendo.
Y los recuerdos de los que por allí pasaron, y la sensación de que estaban allí viéndonos con orgullo, altivos, enteros, solidarios, cariñosos, militantes, triunfadores, la Gaby Arrostito , el nariz Maggio puteándolos alegremente por teléfono, Azucena Villaflor y muchos miles sonriendo.
En el
tercer piso funcionaba “capucha”, donde los prisioneros permanecían encapuchados, engrillados y esposados, ubicados en
compartimientos pequeños separados por
un aglomerado de un metro, con la cabeza
hacia el pasillo, algunos en calabozos llamados “camarotes”, constantemente vigilados por guardias llamados
“los verdes” jóvenes estudiantes de la esma, sometidos a las peores condiciones
de existencia , esas que no se pueden explicar, nombrar o comprender. En este piso funcionó la maternidad donde las embarazadas
secuestradas tuvieron sus hijos, apropiados por los torturadores y cómplices.
Allí también se instaló el “Pañol” donde se acumulaban los bienes robados a los
secuestrados y la “pecera” donde eran obligados a realizar trabajo esclavo. El guía invita a los visitantes a recorrer el
lugar que está casi en penumbras, con una luz tenue, narra el horror, las
resistencias, los gestos de solidaridad.
Uno de los objetivos de la dictadura era quebrar la humanidad de los
prisioneros, destruir los valores en los que creían; por eso eran castigados sistemáticamente
cuando hablaban, se reían, compartían,
cuando se comportaban como compañeros. Le preguntaron en una entrevista a Victor Basterra sobreviviente de este antro
“¿Por qué no te escapaste? ¿Por qué no
huiste? Víctor respondió: “todo el tiempo estuve huyendo, con gestos pequeñísimos de resistencia, tomarle la
mano a una persona que está sufriendo por ejemplo”.
Bajamos
las escaleras, durante la visita nos
cruzamos con varios grupos, es una
alegría que muchos vengan. Nadie se distiende a pesar de los pequeños diálogos,
es conmocionante. Un visitante pide un
aplauso por todos y recuerda lo escrito
por Juan Gelman: “¿Cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron?
¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de
homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su verdad? La nuestra es la
verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así
prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.”
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