domingo, 5 de septiembre de 2010

Grondona-Massera-grondona

Mientras leía en la nación el escrito de Grondona, el domingo 28 de agosto, me decía en mis pensamientos, esto yo ya lo escuché o lo leí antes, alguna vez. No exactamente lo mismo, pero si la misma idea.
Muchos sabemos cual es el pensamiento del columnista de la gran tribuna de doctrina, el diario que según algunos es la argentina misma, pero es bueno recordar, cada tanto, para algunos que se olvidan.
Y me puse a buscar.
Y encontré el alegato del “comandante cero” ante los jueces que lo juzgaron en el comienzo de la democracia en 1985. http://www.newcubacoalition.org/spanish/articles/articles_sp_Alegato.htm
Dice Massera en su alegato del juicio a las juntas:
Nadie tiene que defenderse por haber ganado una guerra justa. Y la guerra contra el terrorismo fue una guerra justa. Sin embargo yo estoy aquí procesado porque ganamos esa guerra justa. Si la hubiéramos perdido no estaríamos acá -- ni ustedes ni nosotros --, porque hace tiempo que los altos jueces de esta Cámara habrían sido sustituidos por turbulentos tribunales del pueblo y una Argentina feroz e irreconocible hubiera sustituido a la vieja Patria.

Pero aquí estamos. Porque ganamos la guerra de las armas y perdimos la guerra psicológica. Quizás por deformación profesional estábamos absortos en la lucha armada; y estábamos convencidos de que defendíamos a la Nación y estábamos convencidos y sentíamos que nuestros compatriotas no sólo nos apoyaban. Más aún, nos incitaban a vencer porque iba a ser un triunfo de todos. Ese ensimismamiento nos impidió ver con claridad los excepcionales recursos propagandísticos del enemigo y mientras combatíamos un eficacísimo sistema de persuasión comenzó a arrojar las sombras más siniestras sobre nuestra realidad hasta transformarla, al punto de convertir en agresores a los agredidos, en victimarios a las víctimas, en verdugos a los inocentes….”



Dice Grondona
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1299199

Toda guerra tiene dos rostros. Uno de ellos es la guerra en sí misma, que unos ganan y otros pierden. El otro es el relato de la guerra. Habitualmente, el relato de la guerra ha quedado en manos de los vencedores. Si leemos, por ejemplo, las proezas de los griegos en las Guerras Médicas, cuando rechazaron las invasiones persas, tomamos con cierta precaución el dato de que los ejércitos de Atenas y Esparta contaban apenas con algunos miles de combatientes mientras los persas sumaban un millón porque la versión de las Guerras Médicas que llegó a nosotros es sólo el relato de los vencedores. Por eso llama la atención que, pese a que el Ejército venció a los Montoneros en la guerra civil de los años setenta, su relato haya quedado en manos de los vencidos y no de los vencedores.
El relato de la guerra de los años setenta atravesó, en verdad, dos versiones. En una primera versión, que llegó hasta 1983, el Ejército quiso imponer la interpretación según la cual había derrotado al terrorismo montonero en defensa de la civilización occidental. Pero a partir de 1983 esta versión que llamaríamos antisetentista empezó a ser reemplazada por otra versión setentista según la cual los vencedores de los setenta habían sido sin excepciones inhumanos, represores, en tanto que sus vencidos, jóvenes idealistas, eran víctimas de la sistemática violación de sus derechos humanos. (Sigue)



¿Quién se animaría a tildar de criminales de guerra a todos los señores de la buena sociedad? Hannah Arendt.

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