jueves, 16 de junio de 2011

Trescientos muertos y ni un solo nombre

El 16 de Junio de 1955, aviones de la marina bombardean Plaza de Mayo, en un intento de matar al general Perón. Esos aviones Gloster estaban tripulados por manrique, cacciattore, massera y también por zabala Ortiz, futuro ministro de Illia, entre otros. Como hemos aprendido a lo largo de este tiempo, los golpes no son solo militares, siempre existieron colaboradores e ideólogos civiles. Ese día la población concurrió como siempre a sus tareas habituales y se encontró con el bautismo de fuego de la aviación naval, que descargó sus bombas indiscriminadamente por la plaza de mayo, provocando más de 380 muertos y más de 2000 heridos. Inmediatamente el pueblo trabajador salió a las calles a defender a su gobierno y las conquistas sociales de todos esos años. Lo que resultó llamativo fue que este bombardeo a la población civil durante muchos años fue silenciado, ocultado y negado inclusive por prestigiosos historiadores, que prefirieron seleccionar la quema de las iglesias como el hecho trascendente de esas jornadas. Gonzalo Chaves en su libro "La masacre de Plaza de Mayo" escribe por primera vez en más de cincuenta años los nombres de la mayoría de las víctimas (y la de sus asesinos) que sugestivamente fueron silenciados, ocultados durante todos estos años.
"Trescientos muertos y ni un solo nombre".
"Trescientos es sólo un número-subraya el autor- la muerte de cada uno de los caídos en Plaza de Mayo es la tragedia". Mi viejo, Carlos Aníbal Rodríguez salió ese día a defender a su líder y cuando intentaba ayudar a los milicos leales arrastrando un cañón fue herido en una pierna por una esquirla de bomba. Al otro día en el diario La Razón apareció en la nómina como muerto en las inmediaciones de la plaza, sin embargo siguió resistiendo y lo mataron en 1962 con el plan conintes. Este texto es un homenaje para él y para todos los héroes de esa jornada hasta hace poco anónimos.

domingo, 12 de junio de 2011

12 de junio 1974 Plaza de mayo

Compañeros:

Retempla mi espíritu estar en presencia de este pueblo que toma en sus manos la
responsabilidad de defender la patria. Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos
las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en
esta lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga el corazón bien templado.

Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero también
sabemos que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele ser
invencible.

Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro al pueblo, y nosotros no
defendemos ni defenderemos jamas otra causa que no sea la causa del pueblo.

Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros
conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin
dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda.

EI Gobierno del Pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que
tampoco somos tontos.

Mientras nosotros no descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa
responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombros, hay muchos que pretenden
manejarnos con el engaño y con la violencia. Nosotros, frente al engaño y frente a la violencia,
impondremos la verdad, que vale mucho más que eso. No queremos que nadie nos tema;
queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino,
no hay nada que temer. Ni la verdad, ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna otra circunstancia,
podrá influir sobre este pueblo en un sentido negativo, como tampoco podrá influir sobre
nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de la Patria.

Sabemos que en esta acción tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los
aprovechados. Ni los que pretenden desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de
todo orden, podrán, en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo.

Sabemos que en la marcha que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que
nos querrán detener; pero, fuerte con el concurso organizado del pueblo, nadie puede ser
detenido por nadie.

Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para pedirle a cada uno de ustedes que se
transforme en un vigilante observador de todos estos hechos que quieran provocarse y que
actúe de acuerdo con las circunstancias.

Cada uno de nosotros debe ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y un agente
de vigilancia y control para poder realizar la tarea, y neutralizar lo negativo que tienen los
sectores que todavía no han comprendido y que tendrán que comprender.

Compañeros, esta concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta
mañana.

Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza.

Llevaré grabado en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la
ciudad y de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito.

Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República
nuestro deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas
consignas, que más que mías son del pueblo argentino, las defenderemos hasta el ultimo
aliento.

Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que
merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de
Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo
argentino.