jueves, 7 de octubre de 2010

Mugica




Hoy cumpliría 80 años el padre Carlos Mugica, que pasó por este mundo comprometiéndose con los más necesitados y asumió en vida un compromiso claro por el peronismo.

Nació en una familia de clase alta, antiperonista y reconoce haber participado “del júbilo orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón. Una noche fui al conventillo como de costumbre. Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras y de pronto bajo la luz muy tenue de la única bombita, vi escrito con tiza y en letras bien grandes: ‘sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos’ (curas)”. “La gente humilde estaba de duelo, y si la gente humilde estaba de duelo, entonces yo estaba en la vereda de enfrente
”.
En 1966 participa de una misión rural en Santa Fe, junto a varios jóvenes que serán conocidos en la década siguiente, allí dos frases escuchadas por los misioneros marcaron hondo al padre Carlos Mugica que las repetía con frecuencia: una viejita que dijo a una misionera “A mí, ¿qué me vienen a hablar de Dios si me estoy muriendo de hambre?”; y un hachero que dijo “yo soy la alpargata del patrón”.
Se relaciona en los sesenta con el MSTM (Movimiento de sacerdotes por el Tercer Mundo) y defiende sus ideas y principios, polemizando con el periodismo y los jerarcas de la iglesia católica. Citando permanentemente a Jesús, Perón, Evita, Mao y el Che.
En 1967 viaja a Bolivia, para eclamar el cuerpo de Ernesto Guevara e interesarse por la suerte de los prisioneros del ELN de Bolivia, detenidos tras la muerte del Che. En 1968 inicia su colaboración con el equipo Intervillas, junto con otros curas villeros, como comienzan a ser conocidos.
El 11 de mayo, sábado, de 1974, a las 8 y cuarto de la noche cuando Mugica se disponía a subirse a su Renault 4‑L en la calle Zelada, 4771 de Mataderos, donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo con bigotes achinados, que se bajó de un coche estacionado muy cerca. Este personaje sería Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la Triple A, luego jefe de custodia de Manuel Fraga Iribarne, en España. Cinco disparos, de ametralladora «Ingram M-10», le afectaron el abdomen y el pulmón. El tiro de gracia lo recibió en la espalda. El padre Vernazza, que salió de la iglesia al oír los disparos, corrió a darle la unción, y lo llevaron en un viejo Citroën; Mugica alcanzó a sonreírle y guiñarle el ojo a Vernazza.
Que lástima que muchos tipos como Carlos Mugica se hayan muerto y no estén hoy para acompañarnos.

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